JRPedraza. Mientras la Luna trabajaba en lo suyo, en el pasillo residencial ahora llamado Gondomar no alumbraban ni las luces de emergencia, que no dan para mucho. La gente cayó derrotada después de haber visto a Goya y sus negrismos y de haber sido marcados a hierro por el astro que daba brillo al satélite creciente.
Por la mañana la Mari de Chambao tuvo que poner patas arriba a la tropa. No quiero hacer chistes fáciles e imbéciles, pero se oía "Muchos no llegan, se hunden sus sueños..." y era para temer que el alumnado no se despegara de las sabanas aunque fuese por equivocación. Bocabajo, brazos y piernas flexionados, salamanquesas imantadas a los pikolines. Lo que contábamos ayer a estas horas de la mañana fue flor de un día. Ni codazos ni leches. "Ogggrrggg" (imaginen ronquidos corales y oseros).
Los rayos de sol se entremetían por las cortinas que nadie se movía a descorrer. El día apuntaba a la misma tufarada que ayer. Poco a poco, la infantería tomaba forma y formación. El desfile era un tanto chiflado. El sueño no se lo llevó el lavado de cara por el desagüe.
Las habitaciones se habían quedado recogidas, luces apagadas. Las rutinas se van engrasando. Tras el desayuno, sillas alineadas, dientes profiden,...
Concentrados en la sala de juegos, comenzó la clase magistral de Yolanda contando lo que íbamos a visitar, el origen de Madrid (Madriz árabe), las rehechuras del Palacio Real de Oriente (que esté en Occidente, pero no es momento de contar a cuento de qué), y otros pocos episodios de lo que veríamos. Nos está gustando a todos los viajeros que haya una dosis de teoría y de que la información que se precisa para saber lo que vendrá, fluya de oreja en oreja y que no falte, ni que entre por una y salga por otra. Esta rutina también la estamos mejorando y se convierte en espectáculo ver al Primero de Bachillerato atento a la clase. Sentados, es la primera y única, pero insuperable.
El autobús avanzó a las 10 en punto. El paso de cebra de ayer lo pisamos por el mismo sitio. No dejamos marca. Pero mira por donde, justo en la barrera de salida estaban pintando el de la entrada. Una uña lo que viene: el guarda de seguridad, aburrido el pobre a esas horas de la mañana, creyéndose con mando en plaza, sale a trompicones de la garita para ver cómo mediaba en el nuevo atranque del bus, al que le impedía salir otro conito. Me bajo para quitar el estorbo y ahí que se me abalanza el intendente espetándome que eso no se tocaba y que no podíamos pisar esta enorme obra de arte abstracto que es el paso de peatones, ¡ese rojo y ese blanco! Con cara de panoli se quedó la criatura cuando vio que Antonio obedecía mi guiño de tirar para adelante. Incrédulo y atónito, el amiguetico me escucha decir: "-Si no se lo dices a nadie, nadie se entera". "-¿?". Al subirme por las escalerillas se oye "-Gachón, ¿qué quieres que no salgamos y echemos el día contigo?"-
La metrópolis se enseñoreaba con el colesterol circulatorio de sus arterias. La M40 era en ese momento una obstruida arteria coagulada. Desatrancado el entuerto, penetramos a Madrid por el oeste.
María José se empecinó en hacer posada en el Templo de Devod, regalo egipcio que en 1968 el gobierno africano hizo a España por la ayuda prestada en la construcción de la presa de Assuan. Mientras unos entraban en el templo, otros oteaban desde el mirador la Casa de Campo. La maqueta del Nilo que había en la planta de arriba nos ayudó mucho a entender el contexto geográfico de su ubicación original. Fue un acierto de la profesora Leal. Un tanto para ella.
Dimos un paseo grato por el páramo ahora llamado Madrid: paseo de Rosales, Bailén, y Palacio Real. A esa hora (12'30) la tufarada estaba estragando a los estorninos averroenses (mañana explicamos esta figura etológica del comportamiento de las aves -Pedro aprovechó para hacer teoría matemática de la sincronía gestual de esas bandadas).
Entramos en Palacio. Dos grupos. A algunos nos tocó Marina, una guía a la que tratamos como una reina estando donde estábamos. Nos regaló unos pocos de elogios que hacían justicia a la realidad: buen alumnado, encantadores, he estado a gusto como pocas veces, me habéis ayudado a explicároslo todo con mucho gusto,...Vimos la Armería Real antes de salir, y la Almudena quedó para el año que viene.
Antonio llegó con su proa a la hora convenida a la altura del Viaducto, maldito rincón de no sé cuántos desgraciados.
Travesía por Madrid a la hora de comer y con el tiempo pegado a los talones, bocata de lomo y pimientos del picnic a las puertas del Museo de Ciencias Naturales. Allí hicimos un taller de reconocimiento de fósiles. Vimos paleontología por doquier. Nos atendió otra María José de manera maravillosa, didáctica, amena. Hicimos de Indiana Jones haciendo moldes, describiendo, catalogando,...Vimos huesos y petrificaciones inverosímiles. El tiranosaurio rex nos hacía hormigas.
En el Museo vimos de todo. Cualquier aprendiz debe dar vuelta por este museo para ver el patrimonio al que pertenecemos y lo que nos estamos jugando en los tiempos que corren, camino probablemente de la 6ª extinción. Como en tantos otros museos, sería recomendable además por conocer la vida de José Royo Gómez. Las biografías de los científicos pueden marcar la vida de los estudiantes.
17, salida. A la altura del Bernabeu, nos paramos en el Moda Shopping. El Carrefour Express lo dejamos seco.
A las 19 estábamos bañándonos en la piscina. Fenomenal el acuario humano.
A la hora convenida, cena (hamburguesas, patatas fritas y tomate, gazpacho y plátano). La compra del supermercado no fue precisa, ni se la comerán ni se tirará (madres, tranquilas).
Con el tiempo libre a la caída de la tarde, el día llegó a su ocaso. Cada uno hizo lo que quiso. A las 00, oscuridad.
Muchas gracias por contarnos cada día la historia de las actividades realizadas junto con las fotos. Me alegra saber que nuestr@s niñ@s están teniendo un comportamiento ejemplar.
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